Germán intentaba sobrellevar su incipiente estupor
sentándose en las escaleras del porche, trataba desesperadamente de perder la
mirada un rato en los descuidados matorrales del jardín. Su pequeño intelecto
aún no se sentía capaz de resolver el por qué de tanta prisa por abandonar la
casa, el por qué había que hacer la maleta a la carrera para visitar a la tía
Elena cuando todavía no habían llegado las vacaciones escolares. Seguramente se
iba a perder un montón de clases y eso le inquietaba aún más si cabe.
Tampoco comprendía el por qué su madre no
paraba de llorar mientras ayudaba a Carlota, su hermana mayor, a envolver los
platos en papel de periódico. Frente al garaje Papá aparcaba el coche para
comenzar la mudanza de las exiguas pertenencias con gesto arisco y unas maneras
que no invitaban a preguntarle por las razones de tan dislocada estampida.
Así que cuando fatigosamente se acomodaron
Germán y su hermana entre los bultos que abarrotaban el interior del coche,
Carlota le murmuró que habían perdido la casa en una partida de cartas. Cuando
papá entró en el coche Germán seguía sin entender muy bien el significado de lo
que acababa de escuchar, pero esta fue la única respuesta que pudo obtener.
House Of The Rising Sun
Hay una casa en Nueva Orleans,
la llaman "El Sol Naciente",
Y ha sido la ruina de muchos pobres diablos.
Dios sabe que yo soy uno de ellos.
Mi madre era sastre,
ella cosió mis nuevos pantalones vaqueros,
mi padre era un jugador,
en los barrios bajos de Nueva Orleans,
Ahora lo único que necesita un jugador,
es una maleta y un maletero.
Y el único momento en que está satisfecho
es cuando está en una borrachera.
Oh madre dile a tus hijos,
que no hagan lo que yo he hecho,
gastar sus vidas en pecado y miseria,
en la casa del sol naciente
Bueno, tengo un pie en el andén,
el otro pie en el tren
Voy de vuelta a Nueva Orleans,
a ponerme esa bola y esa cadena.
Hay una casa en Nueva Orleans,
la llaman "El Sol Naciente",
Y ha sido la ruina de muchos pobres diablos.
Y Dios, sé que yo soy uno de ellos.