Cara A
Ahora todo
es global, instantáneo y demasiado urgente, pero a finales de los 80 las nuevas
bandas casi siempre aparecían de la mano de un amigo que te pasaba un casete
grabado que a su vez le había pasado otro amigo o un amigo de un amigo y la
inquietud por descubrir nuevos grupos solía estar supeditada a tu entorno y a cierta
dosis de suerte, el bombardeo mediático era menos en un país que resurgía de
una dictadura algo timorato y se centraba todavía en artículos de consumo algo más
pueriles.
Mi descubrimiento
del hip-hop en estado puro aconteció en una tumbona de plástico a orillas de la piscina de uno
de aquellos paraísos prefabricados para el público extranjero llamado "El
Olivar" en una zona indeterminada de la costa mediterránea en donde pasé
unos días junto a mis tíos y mi primo Luis Manuel que habían venido desde Londres
en busca de algo de bochorno, alcohol barato y la despreocupación que dan las vacaciones
en los países del sur de Europa. Luis Manuel y yo tendríamos unos 17 años y pasábamos
los días entre la televisión parabólica del bungalow, el robo circunstancial de cigarrillos a
la hora de la siesta y el aburrimiento en una caldosa piscina con suelo de
terrazo que no aliviaba el intenso calor del interior de la costa, y allí
sentado, compartiendo unos cascos de espuma naranja descubrí a Public Enemy en
la cara A y a Run DMC en la cara B. Tengo que confesar que para un mozalbete como yo que
se había criado en un pequeño pueblo a 50 kilómetros de la capital por mucha
cara de póker que quisiera poner aquellos grupos le sonaban a música de la
estratosfera, así que me costó algunas escuchas concebir aquellos nuevos ruidos
y rimas en un inglés que por supuesto no alcanzaba ni a adivinar, pero la
fuerza de aquellas soflamas me incitaban a reivindicar fuera lo que fuera que
estuvieran reivindicando.
Ahora en el
siglo XXI todo se reduce a mirar en las RRSS el cartel del festival que te
puedes permitir y estudiarte en Youtube
o Spotify el material con más visitas.
Soy consciente de que la nostalgia ha deformado fantasiosamente a mi gusto los recuerdos
que se han instalado en mi memoria pero parecía más romántico descubrir la
música abandonado al albur de lo que te deparara el destino aquella tarde o durante
las vacaciones. La Diosa fortuna y la falta de medios le daban mucha más emoción
si cabe a esa sorda alerta que, oculta en tus sentidos, escruta la posibilidad de
esos nuevos retos que hoy en día se ha tragado la nube y vomita
indiscriminadamente en todas direcciones. Soy consciente de estar hablando como
aquellos puretas que en mi juventud me daban la turra una y otra vez con la
primera vez que vinieron los AC/DC a España, pero de eso tratan la juventud y sus
primeras veces, su evocación, es el aliento que te mantendrá en pie cuando
pierdas el empuje y las ganas.
Cara B
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