Todavía recuerdo con cariño aquella época de
la vida en la que eras lo suficientemente pequeño para, según entras por casa, preguntar
qué hay de comer y lo suficientemente mayor para que tu madre te dejara hacer alguna
barbaridad gastronómica de vez en cuando. Por ejemplo quién no recuerda comerse
el sobrante de la masa de las croquetas, esa mal calculada demasía del relleno
de las empanadillas o embucharse doce huevos rellenos de una sentada, yo recuerdo
una época en que mi estómago soportaba impasible la difícil digestión del vinagre
residual de las ensaladas, los bocadillos de patatas fritas con kétchup o aquella
fabada antes de dormir doce horas de un tirón. Recuerdo a mi madre haciéndome bocadillos
con las natas de la leche y azúcar antes de ir a natación, recuerdo acabar con
una paella para doce y vomitarla durante veinticuatro horas seguidas ¿Recuerdas
una época mejor que aquella utopía en la que no conocías los límites?
Y en capítulos anteriores: Resume #13 y Autopilot #13
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