Multitud
de veces tanto en las relaciones interpersonales, como en las profesionales, se
da una situación en la que las dos partes desean lo mismo pero parecen incapaces
de pedirlo directamente, entonces especulan todo tipo de situaciones con la
intención de escuchar el deseado ofrecimiento desde la otra parte, malogrando así
la espontaneidad de aquel deseo, que era el único fin de conseguirlo, dejando a
dos partes dignamente frustradas ¿orgullo? ¿estupidez? ¿protocolo?
No se sabe
muy bien donde se germinó este maquiavélico juego de “bienquedismo”, pero
aunque está muy extendida su práctica en los círculos profesionales,
inevitablemente se ha ido soldando a nuestra rutina diaria y se han visto casos
muy arraigados por las cocinas de multitud de hogares por evitar colgar la ropa
de una lavadora, por vaciar un lavaplatos o por cambiar el rollo de papel
higiénico.
Hemos
extirpado la necesidad de pedir hasta en las relaciones más íntimas, de ahí que
constantemente estemos intrigando para alcanzar nuestros objetivos sin tener
que deberle nada a nadie. Mentiras auto infligidas que inexplicablemente nos
hacen más felices.
Por fin, se esperaba como agua de mayo!!!!!!!
ResponderEliminarEl cala