Y don
Cristóbal Colón miró a su vigía y no pudo evitar soltar un grito de liberación,
después de tanto sufrimiento como habían padecido avistaban tierra, había sido extremadamente
duro, pero lo había logrado, había encontrado Las Indias. Justo cuando todos en
el barco renegaban de él, justo ahora que ya nadie creía en sus locas teorías
la vida daba un vuelco inesperado y le devolvía la razón. Disfrutaba cada
bocanada de aire que le asistía para salir de aquel infierno de agua que llegó
a parecerle inagotable y que a punto estuvo de tragarles en la más absoluta de
las nadas. Ahora gracias a él divisaban tierra, por fin se alcanzaban Las
Indias, aquella quimera, y si fuera necesario las ganaría a nado. Ya nada podía
detenerle.
El 12 de
octubre de 1492 fue uno de esos días en los que cambia el mundo, porque la vida no
deja de ser una serie interminable de intentos fallidos en la que los escasos aciertos
que la casualidad y la tozudez nos traen nos animan a seguir fallando.
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