miércoles, 21 de mayo de 2014

Cetrería para principiantes #14



Míralas cuidadosamente a los ojos, porque no te resultará complicado interpretar las señales si permaneces alerta. Mírala en el centro de cada ojo, donde normalmente hay que explorar si uno quiere descubrir los ardides de la magia negra. Si es una bruja, el cristalino cambiará de color, y verás la inquietante silueta Baphomet o verás el apocalíptico fuego profano bailando justo en el centro de ese punto. Te darán escalofríos por todo el cuerpo. En realidad, las brujas no son tan maléficas. Parecen siniestras. Hablan como las urracas a finales de invierno. Y pueden actuar como las alimañas de la noche. Pero, de hecho, son seres completamente diferentes. Son amables, dicharacheras y buenas compañeras que acatan con rectitud los códigos de su secreta sociedad. Por eso tienen garras y gruesas pezuñas y ranas colgadas del delantal y la obligación de mantener en secreto sus poderes mágicos, por todo lo cual tienen que disimular lo mejor que pueden delante de los hombres y mujeres que viven aterrorizados por su mala fama y reputación.

Nunca puedes estar absolutamente seguro de si una mujer es usufructuaria de una escoba voladora sólo con mirarla. Pero si lleva guantes, si tiene borceguíes de piel de lagarto, los ojos fosforescentes, su pelo como la sima del Lago Rojo, y, si, además, sus dientes parecen la cremallera que cerraba los pliegues del uniforme de campaña del ejército de los Hunos, si tiene todas esas cosas, entonces, estas delante de una de las auténticas hijas de la nigromancia.


miércoles, 7 de mayo de 2014

Microcuento



Érase una vez que se era una isla guapa, lista y zalamera que todas las mañanas cogía el autobús de línea para ir a la escuela. Ella era la isla más popular de la comarca desde que en unas fallas la nombraron fallera mayor y se tiró toda la semana tarareando a la Virgen de los Desamparados para pedirle que le devolviera la pierna que perdió cuando perseguía gamusinos en la calle de la cuesta.