Tengo un amigo que se debate en su particular batalla de tocar el bajo y cantar a la vez en el grupo de aspirantes al que pertenece, antes de ayer estuvimos buscando la fórmula que nos mostrara una solución vistosa a dicha encrucijada y que le permitiera salir airoso, con esfuerzo claro, de este particular aprieto. Y ahí perdimos, entre cerveza, parte de este último domingo tan soleado, así somos a veces los occidentales. Entonces, a la tarde recupero un video que habitaba en mi bandeja de entrada desde la semana pasada y que posiblemente no guardaba la solución para superar la dificultad que le supone a mi amigo dividir su cerebro en dos partes para poder tocar el bajo y cantar mientras el público entregado evalúa el enorme esfuerzo en horas de ensayo; pero que sí que nos amplía mucho el horizonte de la capacidad humana en concentración y desarrollo con el mínimo de material (una guitarra) y la minúscula unidad como formación de grupo (un apasionado de la música). Así que colgaré este video, ya no con la intención de acabar con un problema que tiene solución en el tiempo y no tan lejano como mi amigo sospecha, metido como está en su día a día; sino para que entre todos asumamos que si se posee cierto talento lo demás es tiempo, esfuerzo y trabajo. Así es como se superan ciertas barreras.
Obviamente no todos estamos tan capacitados como Jon Gomm, pero eso no debe impedir que alcancemos nuestras pequeñas metas, como la de cumplir ese sueño de juventud en nuestra madurez.
Estas inesperadas eventualidades me sirven de acicate a la hora de plantearme si las cosas pasan por casualidad o está escrito que uno solo sea otro eslabón que canalice cierta información hacia otros lugares para que el mundo se vaya arreglando silenciosamente y poco a poco, sin necesidad de grandes fastos y algarabías. Entonces despierto de mi fantasía y regreso al mundo real para desechar aventuras peregrinas, pero un pequeño poso queda velado en mi interior, es la duda, esa que no se puede resolver.