Domingo 13 de noviembre, Auditorio Nacional de la Música prácticamente lleno, Festival de Jazz San Juan Evangelista, sale al escenario una pequeña familia flamenca y se acomodan en sus sillas de madera. El más alto de todos, el adoptado, se queda de pie junto a su contrabajo y con una radiante sonrisa procede a presentar a su familia de adopción, Pepe Habichuela, guitarra; Josemi Carmona, guitarra; Bandolero, percusión, y Juan Carmona, percusión.
Comienzan la representación en directo de el disco titulado “Hands”, con una pieza que permite a Holland demostrarnos desde un principio todo su poderío y virtuosismo a la hora de tocar flamenco, lucimiento a modo de declaración de intenciones, primera tanda de aplausos. Después toma el mando el maestro Pepe Habichuela para cautivarnos con su rigor flamenco bajo la siempre cautivada mirada de su máximo fan (Dave Holland), segunda tanda de aplausos.
A partir de aquí asistiremos a un virtuoso baile de parejas, unas veces la pareja de los jóvenes y descarados percusionistas; otras veces, como si de dos gemelos se tratara, las excelencias de padre e hijo a la guitarra, y siempre ocupando el centro del escenario ese turista feliz y su contrabajo, elegante pareja que baila de pie y que nunca pierde la sonrisa de quien se divierte, de quien cumple un sueño, de quien disfruta sin rubor.
Hubo muchos momentos preciosos, hubo virtuosos solos de guitarras que nos redescubren al maestro de la guitarra y a su digno escudero ejecutando a la perfección el arte del flamenco; hubo solos de contrabajo capaces de erizar los bellos por la calidad y la dificultad, resueltos siempre con la humilde sonrisa de quien no le da importancia a una técnica forjada durante décadas de Jazz; hubo chispa, muchas miradas, miradas entre ellos, miradas al público y viceversa; hubo muchas sonrisas, sonrisas aprobatorias, sonrisas sorprendidas, sonrisas amigas; hubo parejas de pies marcando el ritmo; hubo gestos parejos y acompasados en la percusión, sobrios y hondos en las guitarras, gestos nuevos del incansable contrabajo en su intento por apropiarse del flamenco, gestos de aprobación por parte del maestro y por supuesto gestos de admiración en la platea, pues cada nueva representación suponía un viaje en trineo por ese jacarandoso flamenco lleno de curvas.
Hubo momentos estelares, unos seguramente más sorprendentes que otros; los esperados vinieron de la mano del maestro de la guitarra, que si bien es cierto que el público asiste ya avisado de su capacidad, no deja de ser extraordinario verlo tan de cerca y en directo; a continuación el foco gira evidentemente hacia nuestro turista de la sonrisa perpetua y reputadísimo músico de jazz a quien sorprende ver la intensidad con qué asocia su contrabajo hacia el flamenco; más que sorprender, agrada ver a Josemi Carmona, en ocasiones, tomar el mando de la formación con la sobriedad y el arte del maestro, y como no, sorprende mucho la frescura de la joven sección de ritmo, pero más sorprendió su destreza y desparpajo cuando decidieron hacer gala de su intensidad acabando “The Whirling Dervish”, un diamante que obligó a la concurrencia a quitarse el sombrero frente a Juan Carmona y Bandolero.
Soy consciente de estar hablando demasiado, es normal, es lo que me pasa cuando me siento intimidado, cuando no sé como abarcar un tema, cuando no sé que decir, porque por mucho que os cuente no deben existir palabras para describir la comunión que existe entre los cinco músicos del escenario, y por extensión, la sorpresa y admiración que provocaron en un público que varias veces se puso en pie para agasajar con sus aplausos a esta humilde familia de flamencos.
PD. Y de nuevo ¡gracias primo!
Pedro, mi querido Primo, muchas gracias a ti.
ResponderEliminarSi, y sencillamente porque siempre que te leo consigues que me emocione, porque eres tan delicado que no sólo te acuerdas de mí sino que elevas el término “bien nacido” bien alto….., alto y claro, porque los vídeos que cuelgas en tu blog son de una grandeza excelsa y con tus textos tienes la capacidad de envolverme sobremanera………….
Corroboro totalmente lo que dices y cuentas del concierto. Si acaso incidir en que para mí, la limpieza con la que se deslizaron los dedos de Dave por el mástil de cuerdas gordas, es de una exquisitez plena, sonaba tan limpio que olía a perfumes divinos. La maestría de Don Pepe, es para quitarse el sombrero, y si no tienes sombrero, te lo compras; la sencillez y humildad que atesora este hombre ya se va notando en el carisma de su hijo, no sólo buen acompañante de ritmos, sino de solos y punteos endiablados como los de su progenitor. De la pareja de jóvenes, decir que pronto se hablará más de ellos, pues tienen ganas y la suerte de estar en el lugar correcto en el momento correcto ¡qué envidia!
Yo también me siento afortunado por haber estado presenciando este pedazo concierto, y haberlo compartido con cuatro personas muy cercanas, tanto que están, estáis, estás, dentro de mi corazón, recuerda eso siempre, Pedro.
Te reitero mi agradecimiento, Primo*.
Rafa.
PD. Hermano*.
¡Bravo!
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