Quisiera romper una lanza a favor de la escucha de completa de discos y así combatir contra esta inmediatez que nos acucia y que no nos deja disfrutar lo suficiente de cada disco, entiendo que, a veces, son muchos los artistas, muchos los discos y poco, muy poco el tiempo.
Así que comenzaré por contaros las insólitas visiones que me sugiere este disco de Arctic Monkeys, no voy a entrar a valorar la calidad del disco, pues, en esto como en el amor, no hay instrucciones ni explicaciones posibles.
HUMBUG (Arctic Monkeys)
Suave manera de comenzar un disco, aunque no hay que caer en el engaño, pues un final “in crescendo” despegará tus pies del suelo, prepárate para lo que viene.
Gran trabajo de la batería en el supersingle.
Otra escalera hacia arriba con un potente bajo que hace de liebre para acabar con un final de batería/voz/guitarra. Enorme el cambio de ritmo hacia el primer minuto de canción.
Es la canción que más me recuerda a los jóvenes Arctic Monkeys de Myspace. No me preguntes por qué. Que importante son los coros a veces.
Hablando del océano no había mejor opción que un ritmo machacón como los tambores que marcaban el mismo a los esclavos/remeros, y otro cambio ES-PEC-TA-CU-LAR con Jimbo como invitado especial (grandioso), luego vuelven a remar para morir en la orilla.
Seguimos con el rollo 70 que sostiene el disco y entre susurros y coros flotamos hasta la mitad del disco.
Aires épicos en la voz para contarnos una historia de fantasmas, pero de los buenos, y casi acabando recurren a otro recurso psicodélico para provocar ese quietismo mágico, muy especial.
Unas cuerdas que suenan como las gotas de agua dentro de una cueva, te trasladan tan abajo, como profundo y oscuro suena este octavo tema, y cuando crees que nunca vas a salir. Te agarran fuerte entre la batería y la guitarra y te sacan de allí volando, describiendo una parábola perfecta como esos fuegos de artificio que acaban sofocados en el mar.
El órgano de la catedral da inicio y fin a una escabrosa historia de perfidia y maldad que agoniza con aires punk hasta su inevitable final.
Con un ritmito de aires ska este barco llega a puerto entre limpios destellos del teclado y alargadas notas de cuerda, la tripulación, cansada y alegre, baja del barco cantando una letanía de viejas maldiciones sobre piratas modernos.
No poseo ninguna base científica o académica con la que sostener las alucinaciones que despiertan estas canciones en mis sueños, lo único que intento es ratificar el mérito que tienen Arctic Monkeys en lograr atmósferas que te transporten a otro mundo en cada una de sus canciones.
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