martes, 18 de febrero de 2014

Rookie Zombie




En el fondo del callejón nos amontonamos al rededor de nuestra última víctima y cada uno pellizca lo que puede de los restos de cerebro que se han pegado a la base del cráneo, ahí es donde residen los mejores recuerdos, dentro de unas glándulas que posibilitan la percepción y la comunicación, engullimos sus experiencias y anhelos con pausa, devoramos su vida con deleite, como a nosotros nos devoraron la nuestra. Es un ritual que puede pareceros sangriento y brutal, pero es un ritual que por unos instantes nos acerca de nuevo a una vida y a unos recuerdos ya olvidados.

Y no es que ahora vivamos demasiado mal como zombis, uno se acostumbra a esta rutina nuestra, a veces tan irritante, que es la total ausencia de velocidad, también te habitúas al hedor, ya que no tenemos sentido del olfato. Pocas veces estamos solos y no nos preocupamos por nuestro aspecto, por el trabajo, por los hijos, por la hipoteca o por nuestro equipo de fútbol. Tenemos todo el tiempo del mundo para vagar de acá para allá en pos de conquistar el mundo, puesto que nosotros no podemos a morir, pero algunas veces, cuando devoramos un cerebro, una pequeña descarga, una corriente eléctrica recorre nuestras venas ciegas y nos recuerda que una vez estuvimos vivos.


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