Hoy he
llegado pronto del trabajo y la casa estaba en silencio, eremita, me he
descalzado y he tomado asiento en el sofá para cerrar un momento los ojos, a
ver si así conseguía paliar un poco el intenso dolor de cabeza.
Involuntariamente, mi mano derecha ha tomado el control y ha encendido la tele,
entonces, mis ojos aletargados se han quedado mirando a la nada. No sabría
calcular si han sido 5 segundos o 10 minutos, pero al cabo de un rato el eco de
unas llaves en la puerta me ha sacado de mis no-pensamientos y han precedido la
entusiasta entrada de mi hija, vociferando exaltada y atropelladamente algo
sobre una lagartija, su rabo y el muro de la escuela, desarreglado me he incorporado
penosamente, y ella, con la mirada de los primeros exploradores me ha mostrado
sus dos manitas enrojecidas y selladas, entonces, la he tratado calmar para que
me apuntara lo fundamental de su increíble aventura a la salida de la escuela.
Una vez hemos aclarado los puntos capitales la he convencido de que seguramente esa
lagartija echaba mucho de menos a su familia, así que hemos pasado casi toda la
tarde buscando a su familia reptil a lo largo y ancho del muro de ladrillo que
rodea la escuela y hasta bien entrada la tarde no hemos vuelto a casa, agotados,
pero satisfechos de haber llevado a buen término otro día en esta loca aventura
que es la infancia.
Te he leido y te he escuchado, por fin. Para que luego no digas. Te quiero.
ResponderEliminarGracias de corazón.
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